Paco Ibáñez: "Los poetas son escaladores que suben al lugar más recóndito de la montaña buscando esa joya para ofrecernos, la palabra"

El cantautor actúa hoy viernes a las 20 horas, con entrada gratuita, en el Paraninfo de la UAL

Carmen K. Salmerón
01:00 • 17 nov. 2017

El trovador eterno, la voz libre, la leyenda de la canción protesta, el multigeneracional Paco Ibáñez cierra esta noche en concierto el jugoso ciclo 'La amistat del braç: La generación del 50', organizado por la Facultad de Poesía José Ángel Valente, de la Universidad de Almería. “Voy a Almería con mucha ilusión, vamos a disfrutar del patrimonio de los poetas, la poesía, que es lo que da sentido a la vida”, dice el hombre que ama la libertad por encima de las anécdotas geográficas. “Admiro profundamente a Valente, nos conocimos en Ginebra y hemos estado juntos en muchas ocasiones en Barcelona. Guardo de él un grandísimo recuerdo. Compuse una canción con un poema suyo muy bello: 'La nana de la mora'. Esta noche lo cantaremos en su honor”. Este concierto histórico será en el Paraninfo de la UAL a las 20 horas. La entrada, gratuita.

¿Qué soñaba con 18 años?
Soñaba que soñaba (risas). Soñaba con aprender a tocar la guitarra, soñaba con cantar, soñaba con poesía… En Francia estudié guitarra, tuve un profesor valenciano extraordinario, Francisco Gil. Poco a poco iban cumpliéndose unos sueños y apareciendo otros.




¿Qué queda de esos sueños?
Los sueños van transformándose. Van cambiando a los veinte, a los cincuenta, a los ochenta… La ilusión es el motor del cambio y de la vida. Da igual la edad que se tenga. El pensamiento no tiene edad. Cuando me preguntan: “¿cuántos años tiene usted?”, respondo: “mis huesos tienen ochenta y tres años y mi mente no tiene edad”. Hay que seguir soñando. La sociedad le da la espalda al pensamiento, a la sencillez de un cuadro, a saborear un paisaje… solo se disfruta con el capital, “el tanto tienes tanto vales” está de plena actualidad. Lo que haces tan solo se valora por el dinero que aporta. Yo tenía un tío que me decía: “¿tú a qué te dedicas?”, yo le respondía: “a cantar”, y me preguntaba entonces: “¿y cuanto ganas”, yo le decía “muy poco” a lo que él respondía: “si no ganas dinero es que no sabes cantar” (risas).




En serio, la sociedad padece un embrutecimiento tremendo, no sé si es debido a los medios de comunicación, a la televisión, o al culto al capital (si no ganas dinero no eres nadie), el caso es que no evoluciona.




Si viajamos a la gastronomía, ¿qué le gusta paladear?
La paella valenciana sin ninguna duda. Aunque vivíamos en un caserío en el País Vasco, mi madre que era valenciana, preparaba una paella valenciana de las auténticas, exquisita.




La primera vez que se subió a un escenario fue…
En París. Era año nuevo. Yo acompañaba con la guitarra a un cantante uruguayo, Leonardo. Recitaba “La cogida y la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”, escrito por Federico García Lorca. “a las cinco de la tarde, eran las cinco en punto de la tarde”. No se oía casi nada. No cabía más público y la gente que estaba en la calle quería entrar. Se armó un alboroto tremendo. Fue muy emotivo.




¿Qué música le transporta a su infancia?
El ruido del cencerro de las vacas (risas). Me crié en un caserío cerca de San Sebastián, en Gupúzcoa. No había nada. Ni radio, ni tocadiscos, ni discos, ni nada de nada.




¿Y a su adolescencia?
Lo mismo que a la infancia. El sonido del viento en la montaña, los cencerros de las vacas, las voces de los vecinos… Hasta que no llegué a Francia, no tuve contacto con la música.




¿Qué música asocia con esa primera vez que acudió a Francia?
Una vez que llegué a Perpiñán cambió todo: allí había cines, radios, teatros. Era maravilloso. Tan diferente. Era como otra vida. En Francia era muy conocido Luis Mariano. Sonaba por todos lados. Y otro cancionetista que sonaba era Georges Brassens. No me gustaba nada en aquellos tiempos. Sin embargo, hoy en día lo admiro profundamente, pues es el trovador más grande que existe a nivel mundial.


¿Cuales son sus discos de cabecera?
No sabría elegir. Es mucha y muy variada la música que me gusta y me acompaña. Me fascinan todos los folklores: el japonés, el chino, el danés, el asturiano, el flamenco... el cante jondo es de una belleza y de una profundidad extrema. Por otro lado me gusta muchísimo la música clásica francesa: Debussy, Ravel (piensa)… por algún motivo me llenan enormemente, cosa que no puedo decir de la música de Beethoven.

¿Recuerda el primer disco que compró?
(Reflexiona) No estoy seguro, hace tantas décadas… Le podría decir uno cualquiera, nadie se daría cuenta, pero no me gusta mentir, así que prefiero no dar ningún nombre. Lo que sí es cierto es que he comprado muchísimas cantidades de discos. Reconozco que ahora ya no compro, Internet te ofrece lo que le pidas. Se va yendo la buena costumbre de comprar discos.


¿Con qué música definiría la transición española?
Ah, ¿pero ha habido transición?


¿Por qué casan tan bien la poesía y la música?
La poesía son joyas, son diamantes que tardan milenios en formarse. Los poetas son trepadores, escaladores que suben al lugar más recóndito de la montaña buscando esa flor, esa joya para ofrecernos, que es la palabra. Y la música, que es infinita, lo cubre todo.


¿Cómo se informa de la actualidad musical?
Ahora por Internet. Todo o casi todo se encuentra ahí.


Si tuviera que definir musicalmente lo que está pasando en España, ¿con qué canción, canciones, o tendencia musical sería?
Con 'Me queda la palabra'. Compuse esa canción con aquel poema de Blas Otero: “Si abrí los labios para ver el rostro/puro y terrible de mi patria, si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra”.



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