Tertulias en el viejo Algarrobico

El cortijo de los  los Fuentes  fue el lugar donde se ventilaban los negocios del esparto

Los Fuentes en el porche de la casona que aún se conserva en la playa del Algarrobico
Los Fuentes en el porche de la casona que aún se conserva en la playa del Algarrobico
Manuel León
13:27 • 20 sept. 2015

Peter O’Toole y Anthony Quayle desayunaban torrijas en el porche del Cortijo de los Fuentes, mientras el atrezzo se encargaba de erigir Aqaba como si fuera el sur de Jordania y no una playa de Carboneras.
Allí, entre matas de esparto y ramblas secas, alcanzó el cine una de sus cimas y allí,  junto a lo que hoy es una mole de cemento varada sin oficio ni beneficio, estuvo la casa de verano -aún está- de uno de los próceres de la provincia de principios del siglo pasado.
Simón Fuentes Caparrós, el rey del esparto, construyó esa hacienda rodeada de algarrobos y atochares, en una finca inmensa de 204 hectáreas desde donde divisaba el mar latino y los remos batiendo las aguas, mientras se fumaba un caliqueño.
El cortijo del Algarrobico, al que aún hace sombra literal el truncado hotel de Azata, era una hermosa casa protegida por palmeras y un inesperado pinar que tenía un gran patio central con tragaluz con un gran cuadro de carabineros vigilando el desembarco de gabarras.




 El cabo Pedro Vence
El hall dejaba paso a la cocina y al lado el despacho de trabajo del patriarca don Simón. En el exterior estaba el porche donde en las noches de verano, frente a la brisa yodada del mar, se ventilaban todos los asuntos y negocios de esta familia que dominaba la exportación de esparto en la comarca.
Entre la piedra de la Galera y el Santo no había más que esa casona estival junto a la caseta del cabo de la Guardia Civil, Pedro Vence, y sus ayudantes Salcedo y Marín. Desde allí, los niños de la familia salían a pescar en bote rascarcias y galanes con el chófer Pedro Flores a la piedra de los Roncaores, en un mar que pertenecía a familias pescadoras como los Sereniles, los Sordos, los Díaz o Los Taconeos.




Los guardeses
La finca tenía el lujo de guarecer una de las pocas minas de agua buena que había en la población. Los guardeses, Catalina y José Vicente, vivían de llevar el agua del caño en un burra con cántaros a las casas del pueblo, con el auxilio de sus hijas Rosa, Paca y Catalina. Al lado de la fuente medraba el célebre algarrobo que alimentaba a la familia y servía de pienso a los animales junto a unas pencas de chumbos. Había también tierras de labor de secano y una era para trillar.
Carboneras era entonces como una isla: se tardaban tres horas en llegar desde Almería por el Camino de Níjar y para Garrucha había una pista casi impracticable cuando llovía.
Simón Fuentes, casado con Cocha Berruezo de Garrucha, tuvo dos hijos que murieron José y María, y cuatro que sobrevivieron: Francisco, Concha, Catina y Juana. Ésta última, esposa del médico Juan José Giménez Canga-Argüelles, fue la que heredó el Algarrobico, junto al predio del Canaillar de su hermana  Catina, que es donde se levanta el Hotel.
La casa la moraron después los descendientes Isabel Giménez y Vicente Celada que la modernizaron con pista de tenis y piscina. Y después se construyeron otras viviendas como la del francés Pertois. La casona de don Simón marcó una época en Carboneras, frente a esa playa por donde se cargaba el esparto que salía rumbo a Gran Bretaña para convertirlo en papel timbrado, junto a La Puntica, donde estaba el almacén en el que las mujeres lavaban y secaban la planta antes de empaquetarlas para su comercio, en esa inmensidad marina que aún hoy sobrecoge cuando se dejan atrás rumbo a levante las casitas blancas de Carboneras.




Un cacique con sentimientos









Simón Fuentes Caparrós, conocido como 'el rey del esparto' por sus negocios relacionados con esta industria, nació en 1857 en Carboneras. Era hijo de José Fuentes Ruiz, alcalde y juez municipal de Carboneras. 



Este prócer nació y murió en Carboneras, pero vivió casi toda su vida en Garrucha, hasta donde llegó muy joven al ser una zona con mayores recursos y mucho más futuro en esa época del último tercio del siglo XIX. Era hijo de José de Fuentes Ruiz, alcalde de Carboneras, y de Juana Caparrós Soto. Eran los Fuentes, una familia de tradicionales exportadores de esparto y otros recursos del país como la barrilla. En torno a 1878 se trasladó Simón a Garrucha junto a dos primos para aprovechar su rada para el comercio de pleita y esparto.


Al poco tiempo se casó allí con Concha Berruezo Gerez, hija de Francisco Berruezo López, uno de los próceres de esa Garrucha decimonónica. Tuvieron seis hijos: Francisco, Juana, María, José, Catina y Concha Fuentes Berruezo.


Prosperó rápidamente en los negocios, abriendo almacenes de esparto en Garrucha, Baza, Águilas y Lorca, además de Carboneras, en poder de su familia, con la que continuaba manteniendo flujo comercial también de tabacos. Arrendaba grandes extensiones de Atochares por la provincia de Granada, principalmente en las zonas de Huéscar y Cúllar, donde tenía como encargado a Joaquín Quesada Núñez, y en toda la comarca del Almanzora. También abrió oficina de banca como corresponsal del Banco de España y su casa, que aún se mantiene en la plaza de la Ermita de Garrucha, fue sede del viceconsulado noruego.


En política actuó cerca del reformismo, destacándose, él y el resto de la saga Fuentes, como ferviente seguidor de Augusto Barcia, como diputado a Cortes por el distrito de Vera, quien después fue ministro, en clara rivalidad con los Giménez de Vera y Antas, de corte conservador. Además del esparto, los Fuentes también exportaron mineral de hierro de Carboneras y Mojácar por el puerto de Garrucha, aunque el esparto fue siempre su negocio principal.


Simón Fuentes falleció de una hemorragia cerebral en julio de 1934, en su cortijo del Algarrobico, en Carboneras. Los empleados de la casa y del negocio del esparto se fueron relevando para llevar su ataúd a hombros los veinte kilómetros que lo separaban de Garrucha.


Fue Simón Fuentes, un personaje carismático, querido, un cacique con sentimientos, que cuando hacía temporal de Levante daba una perra gorda a cada pescador de Garrucha que hacía cola con la palma de la mano extendida delante de su casona. Tras su fallecimiento se hizo cargo de los negocios de espartos su yerno, el abogado José Sánchez Sicilia.


Cuando falleció Don Simón en 1934, en su cortijo del Algarrobico, los empleados llevaron su ataúd a hombros los veinte kilómetros que lo separaban de Garrucha. Fue un personaje carismático, querido, cacique con sentimientos, que cuando hacía temporal daba una perra gorda a cada pescador. 


 



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