SuperMarina vs. malos profesores

"Propone, entre otras medidas, que los profesores cobren en función del número de suspensos, de la misma manera que los políticos cobran según

Julio Béjar
12:22 • 25 nov. 2015

"Me gusta mucho el cine español, veo mucho Cine de Barrio”. Con estas declaraciones se presentaba hace algunos meses el nuevo ministro de Educación Íñigo Méndez de Vigo y Montojo, barón de Claret e hijo de un teniente franquista, cuya prioridad es maquillar durante sus escasos meses de mandato el genocidio cultural perpetrado por su antecesor, Ignacio Wert. ¿Y a quién ha pedido ayuda? A SuperMarina. José Antonio Marina corresponde a ese tipo de intelectual bienintencionado que es aprovechado por el conservadurismo para legitimar sus medidas anticulturales. Es decir, el barón de Claret llama a SuperMarina para que le haga el trabajo sucio: combatir a los villanos (los malos profesores) y admitir que el sistema educativo hace aguas.


Su plan consiste en aplicar a la educación el neoliberalismo económico más despiadado.Propone, entre otras medidas, que los profesores cobren en función del número de suspensos, de la misma manera que los políticos cobran según el índice de desempleo y los médicos según el número de pacientes fallecidos. ¿O no era así? Reconozcámoslo: nada mejor como el dinero para motivar a un profesional. Bueno, sea como fuere, SuperMarina está cumpliendo con la misión: todos hablan de la ineficiencia de nuestros docentes y nadie recuerda los recortes presupuestarios, la precariedad material en las aulas, los interinos sin plaza, ni las afecciones nerviosas y psíquicas que padecen demasiados profesores. Y mientras tanto, el barón de Claret y sus esbirros celebran el éxito de SuperMarina en el cuartel general del Ministerio de Educación. Espera, falta algo. Educación y Cultura. ¿Era así, no? Cultura, Educación y Deporte. ¿Tampoco? Mejor así: Ministerio de Educación, Cultura, Deporte, Folclore y Cine de Barrio.


Bueno, volvamos al tema. El sistema educativo está perfectamente diseñado para frustrar tanto a alumnos como a docentes, pero imitar otros sistemas educativos eficaces, como por ejemplo el finlandés, no parece una solución. Admitámoslo: España nunca podrá ser Finlandia porque no tiene su autosuficiencia energética. Es inútil. Dejemos la utopía para otro momento. No perdamos más tiempo con esa memez del I+D. Sobran universitarios. Olvidemos la investigación y centrémonos de una vez en lo que se nos da bien. Hagamos de España una potencia puntera e implantemos nuevos títulos de FP para camareros, tertulianos televisivos, toreros y amas de casa. Espera. Espera un momento. ¿Eso no era el argumento de una película de serie B?







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