Sobriedad, seriedad y orden en la Soledad

En el desfile se respira un silencio sepulcral desde que están en el interior del templo

El capataz de La Soledad giró el paso y lo acercó hasta la puerta del convento donde estaban las religiosas.
El capataz de La Soledad giró el paso y lo acercó hasta la puerta del convento donde estaban las religiosas.
Manuel Morales
21:45 • 15 abr. 2017

Un desfile de claros-oscuros de una hermandad que quiere ser de silencio y lo llevan a rajatabla los componentes del cortejo pero que no lo llega a transmitir a cuantos los contemplan.




Porque el silencio no se puede imponer desde el desfile, hay que transmitirlo a las aceras. Para ello hay que rodear al cortejo de mayor solemnidad que le podría dar una suave música de capilla, al menos en el centro del mismo, que a la vez sería beneficioso para los costaleros.




Por lo demás nada que objetar a un desfile penitencial muy sobrio y serio y con gran orden, desde que se abren las puertas de Santiago, respirándose un silencio sepulcral en el interior del templo.




Enseguida comenzaron a salir la cruz guía y el capataz del paso de San Juan y el Duelo iniciaba lentamente la maniobra de salida a la calle, con un golpe seco del llamador que retumbaba entre tanto silencio, que también se hizo en la calle.




Buena salida de un paso de grandes dimensiones de bella estampa, barnizado y tallado en estilo barroco con gran armonía en la colocación de las imágenes de este paso de misterio. Capataz y contraguías solo tuvieron que hacer pequeñas correcciones, por lo demás perfecta maniobra y el paso estaba ya en la calle, el público seguía en silencio.




Continuaron saliendo nazarenos, mantillas y presidencia encabezada por el consiliario y el hermano mayor con su vara dorada, mientras que de nuevo se escuchaba el llamador de la Virgen de Los Dolores, que reproduce la Iglesia de Santiago y que abre al revés de lo habitual.




Otra curiosidad de este desfile es que los nazarenos llevan los cirios descansando en la cadera, con lo cual se entrecruzan y hacen como un arco en las calles estrechas del casco histórico que realza el desfile e ilumina más que cuando van a ras del sueloa, como es habitual en nuestra Semana Santa.




Casi sin darnos cuenta la Soledad ya se encuentra en el umbral del templo dispuesta a salir a la calle, de nuevo se acentúa el silencio y la cuadrilla inicia la maniobra de salida a la calle ante una gran expectación y centenares de rostros emocionados mirando a la Señora de Los Dolores, que lentamente iniciaba el giro hacia calle de Las Tiendas, lentamente con solemnidad, girado por Virgen de La Soledad y después por Plaza Flores y San Pedro que estaban abarrotadas.


El paso de la Virgen lucía una nueva peana realizada en Orfebrería Giralda, que se estrenó en la procesión extraordinaria del 75 aniversario en el pasado mes de junio.El conjunto lo forma la peana de carey y plata, nube y media luna con lemas relacionados con la virginal concepción de María.


La Virgen lució un sudario de organza bordado en oro siguiendo modelos antiguos bordado por José Librero y donado por Antonio Montellano, así como un escapulario con los atributos servitas bordado en oro por César Gómez-Horn y donado por Francisco Javier Morcillo.


Poco a poco el cortejo se fue introduciendo por el casco histórico, para subir por calle Real y girar por Mariana, donde le aguardaban las religiosas de clausura de Las Claras que asomadas tímidamente a una pequeña ventanita siguieron la estación de penitencia de La Soledad y les hicieron a ambos pasos unas ofrendas de rosas blancas.


Al arrancar el paso en este punto mucha gente comenzó a aplaudir y se reprimió este cortándolo, ya no hubo más aplausos por el casco histórico, pero por algunos tramos la hermandad procesionó con escaso público que llegaba casi a la vez que el desfile.


Por esta zona el desfile es demasiado sobrio, sin nada de música, algo que muchas personas echaban de menos en una hermandad grandiosa y majestuosa, que lo deslucen y hace que no llegue su mensaje de silencio a las aceras.


Bella estampa del paso de misterio por José Ángel Valente, con la Alcazaba iluminada al fondo. El paso se paró en los último metros de la calle y en la siguiente chicotá quedó ya de espadas al convento de las Claras, las religiosas no pudieron contemplarlo de cerca. Sólo las monjas rompieron el silencio con el canto de una oración a La Soledad; en esta ocasión el capataz si giró el paso y lo acercó al convento.



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