Palabras con doble acentuación (I)

Palabras con doble acentuación (I)

Luis Cortés
22:05 • 04 mar. 2012
En la colección Austral, de la Editorial Espasa Calpe, se publicó, en 1973, una serie de ensayos de Unamuno, con el título De esto y de aquello. En un fragmento de la obra, el autor vasco se refiere al griego Arquímedes, de quien siempre se dijo que, tras descubrir su famoso principio, salió del baño, y desnudo se fue por las calles de Siracusa gritando ufano ¡Eureka!, ¡Eureka!, que, como muchos lectores saben, significa “lo encontré”. Para Unamuno, que era catedrático de Griego, lo que debió de gritar fue eúreca, palabra esdrújula y no eureca palabra llana; de ahí que en español tal vocablo debería, cuanto menos, considerar como válidas ambas acentuaciones prosódicas (llana y esdrújula). La Academia, sin embargo, interesada en que cada palabra tenga una sola acentuación ortográfica, no valoró la opinión de Unamuno, y todos decimos ¡Eureka!
El citado interés académico (cada palabra una sola acentuación) no siempre se ha podido llevar a cabo; de hecho, hoy, por motivos diversos, son algo más de cien (unos ciento diez) los vocablos que tienen doble acento prosódico. De acedia/acedía, que es el primero por orden alfabético, a zodiaco/zodíaco, que es el último, encontramos aerobic/aeróbic, afrodisiaco/afrodisíaco, alveolo/alvéolo, amoniaco/amoníaco o triaca/tríaca, por citar algunos. De hecho, si usted dice Malí o Mali; bumerán o búmeran; maníaco o maniaco, pabilo o pábilo, no se debe preocupar por su elección pues ambos términos serán igualmente correctos. Estos fenómenos, como casi todos, tienen su explicación y su causa. Decía Cicerón que “las causas de los acontecimientos siempre impresionan más que los acontecimientos mismos”; las de estos hechos hemos de buscarlas en su origen, o mejor en cómo se incorporaron tales palabras a nuestra lengua.
Quizás para explicarlo mejor sería conveniente diferenciar entre las denominadas palabras patrimoniales y los cultismos. Las primeras son las que proceden del latín y desde los siglos XI, XII o XIII van evolucionando de dicha lengua al castellano. Tal evolución lejos de ser casual se llevaba a cabo a través de unas complicadas leyes fonéticas; estas hicieron que una palabra que en latín se escribía apicula pasara al castellano como abeja; otra como laicus dio el castellanismo lego; articulus produjo artejo; auricula nos aportó oreja, etc. Los cultismos, por el contrario, no se incorporaron en esos siglos tan lejanos sino mucho más recientemente. Son palabras, en buena parte de origen latino, que se han integrado en el español mucho más tardíamente, sobre todo a partir de los siglos XVI y XVII, siglos de latinización del lenguaje. Estos vocablos al llegar tan tarde no sufrieron los mismos cambios que las palabras incorporadas en la Edad Media, sino que se conservaron casi como estaban en su lengua originaria. Son, consecuentemente, palabras muy similares a las latinas de las que proceden. Por ejemplo: de la misma palabra latina auricula que dio en español el patrimonial oreja se crea, mucho más tarde, el cultismo auricular. Igualmente, de la misma apicula, que dio abeja, siglos más tarde da apicultor, palabras ambas (auricular y apicultor), como todos los cultismos, más próximas a su originarias que las patrimoniales respectivas. Pensemos que de examen se creo el patrimonial enjambre y el cultismo examen, o de la palabra articulo el patrimonial artejo y el cultismo artículo, por poner algún otro ejemplo.
Establecida esta diferencia, ¿de qué modo influye que la palabra sea de uno u otro tipo para que lleve o no doble acento? Contribuye en gran manera dado que son solamente dos las voces patrimoniales en que se da el citado doble acento: pábilo/pabilo y frijol/fríjol junto con sus variantes frejol/fréjol. Por tanto, el fenómeno de la doble acentuación afecta a cultismos que el español ha tomado bien del latí






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