Espada, piedra y yunque

No había nadie que pudiera sacar la espada de la piedra y el yunque. Y aunque en la hoja de Excalibur estaba escrito que quien así lo hiciera y pudiera blandirla sería legítimamente proclamado Rey de Inglaterra, todos los que lo habían intentado no la habían movido ni un milímetro. Por eso, cuando Arturo se dirigió con paso firme al lugar donde estaba la piedra, los asistentes al torneo no pudieron evitar las burlas. Pero las risas cesaron cuando aquel joven tomó la empuñadura de la espada y, al primer intento, extrajo la espada del yunque y la piedra. Y por lo visto la otra noche, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se debe sentir ahora como el protagonista de la mítica leyenda artúrica, dispuesto a conseguir lo que otros no han podido. 
Pero tal como lo ve uno, lo verdaderamente difícil no va a ser la formación de Gobierno, sino superar los niveles de cinismo y desahogo mostrados por el señor Sánchez en su comparecencia. Si esto es como aspirante, imagínenselo ya como presidente. Y es que sólo desde el desprecio a la inteligencia de la gente se puede entender que el señor Sánchez hablase de superar rechazos, fomentar el diálogo y no recurrir a los vetos, después de haberle visto interpretar de modo arrogante la ceremonia de la negación por la negación (hasta en 17 ocasiones, como detallaba ABC) al presidente del PP, partido ganador de las elecciones. Y así, haciendo alarde de una temeridad fronteriza con el desvarío, tras perder las elecciones y teniendo tan sólo 90 escaños, pretende gobernar España con la ayuda de quienes aspiran a liquidarla. No sé qué “progreso” será ése, pero el único avance que se puede percibir en esa hipotética suma es el del despropósito. Sánchez ya ha tenido los minutos de fama que nos concedía ese gran farsante que fue Warhol, así que será mejor que no haga demasiada fuerza, no sea que de tanto insistir acabe partiendo la espada.